En un mundo cada vez más globalizado, muchas personas viven, trabajan o estudian fuera de su país de origen. Esta movilidad internacional ha hecho que conceptos como la residencia fiscal cobren especial relevancia. Determinar dónde se es residente fiscal es clave para saber en qué país se deben pagar impuestos, qué beneficios fiscales se pueden obtener y cómo evitar la doble tributación. Si te preguntas qué implica este término y cómo se aplica en España, sigue leyendo.
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Índice de contenidos
¿Qué significa residencia fiscal?
La residencia fiscal se refiere al país o territorio en el que una persona, empresa o entidad está obligada a tributar sus ingresos. Este concepto no solo afecta al pago de impuestos, sino también al acceso a beneficios fiscales, convenios de doble imposición y obligaciones con Hacienda.
Ser residente fiscal en un país implica, generalmente, declarar la totalidad de los ingresos obtenidos tanto a nivel nacional como internacional. Por ello, es fundamental tener claridad sobre este estatus, especialmente si se vive entre varios países, se teletrabaja desde el extranjero o se cuenta con inversiones internacionales.
¿Cuándo una persona es residente fiscal en España?
Una persona física es considerada residente fiscal en España si cumple alguno de los siguientes criterios:
Permanece más de 183 días durante el año natural en territorio español.
Tiene en España el núcleo principal o la base de sus actividades o intereses económicos, de manera directa o indirecta.
Su cónyuge no separado legalmente y sus hijos menores de edad residen habitualmente en España, lo cual puede generar una presunción de residencia.
En el caso de personas trabajadoras desplazadas o profesionales como el/la enfermero/a, ingeniero/a o docente que se trasladan temporalmente a otro país, es importante revisar convenios internacionales para evitar una doble tributación.
¿Qué implicaciones tiene ser residente fiscal?
Ser residente fiscal en España implica:
Estar sujeto/a al IRPF (Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas) por la renta mundial.
Poder aplicar deducciones, reducciones y beneficios fiscales específicos del país.
Tener obligaciones informativas como el Modelo 720, que obliga a declarar bienes y derechos en el extranjero.
Por otro lado, no ser residente fiscal también conlleva obligaciones, como tributar en el país donde se reside legalmente y ajustarse a los tratados internacionales de doble imposición.
¿Cómo cambiar la residencia fiscal?
Cambiar la residencia fiscal implica no solo trasladar el lugar de residencia habitual, sino también cumplir con los requisitos legales y administrativos del nuevo país de destino. Es recomendable:
Comunicar el cambio a la Agencia Tributaria.
Obtener un certificado de residencia fiscal del nuevo país.
Revisar los convenios bilaterales para evitar conflictos fiscales.
Es crucial consultar con un/a asesor/a fiscal especializado/a, especialmente si se planea vivir en otro país por un tiempo prolongado o se mantienen ingresos en diferentes territorios.